HISTORIA JUDÍA
Esta sección está construída
fundamentalmente sobre la obra de Simon Dubnow Manual de la
Historia Judía. Cuando se incorporen textos de otros
autores se indicará debidamente.
ANTIGÜEDAD (SigloXX A.E.C. a Siglo VII E.C.)
CAPÍTULO 1.- LEYENDAS
SOBRE LOS ANTEPASADOS DEL PUEBLO JUDIO.
El Oriente primitivo y los semitas. Antiguamente, hace unos cuatro
mil años, predominaban en el Asia, en los países situados
sobre el Mediterráneo, los pueblos que por su origen y su
lengua pertenecían a la raza semita. Se supone que originalmente
provenían de las llanuras de Arabia, emigrando a la vecina
Mesopotamia, situada entre los ríos Tigris y Eufrates. Esa
zona fue considerada como la cuna de la humanidad, porque
en ella habían surgido los primeros grandes reinos del Oriente:
Babilonia y Asiria. Allí los semitas se multiplicaron tanto
que después de un tiempo los habitantes autóctonos
se fusionaron totalmente con ellos; la lengua semítica llegó
a ser el medio de expresión de los babilonios y asirios y
muchos reyes de estos dos imperios descendían de los semitas.
Desde Mesopotamia las tribus semíticas solían invadir
los países próximos al Mediterráneo. Algunas
se radicaron en Siria, otras en Canaán y algunas llegaron
tan lejos como Egipto, el tercer grande imperio del antiguo Oriente.
En el Egipto inferior y medio los semitas, llamados hiksos, hasta
llegaron a ejercer la hegemonía sobre los demás habitantes
del país. Esta dominación duró cerca de 4 siglos
(Desde el XX hasta el XVI A.E.C.).
Además de los semitas que se establecieron en distintos países,
hubo otros nómades que se ocupaban de la ganadería,
vivían en tiendas fuera de las ciudades y vagaban de un lugar
a otro. Estos, que no se mezclaban, como sucedía con aquellos
que se sedentarizaban, conservaron mejor el tipo puro de su raza.
A estos semitas puros pertenecía la tribu de los hebreos.
Los antecesores primitivos de la tribu hebrea residieron primeramente
en Babilonia; luego se encaminaron al norte a Asiria, de donde pasaron
a Canaán. Aquí se aplicó a estos extranjeros
el nombre de hebreos, es decir, los que llegaron del otro
lado del río (Eufrates) (1)
A la cabeza de los hebreos figuraba el jefe de la tribu, Abraham
(originalmente Abram) considerado el padre del pueblo judío.
Todos los pueblos semitas poseían leyendas referentes a la
creación del mundo, a la aparición de los hombres
sobre la tierra y la manera como esos hombres se agruparon para
formar pueblos. En un principio, los babilonios, asirios, cananeos
y hebreos tuvieron las mismas leyendas y tradiciones acerca de la
formación del mundo y de los hombres. Pero con el andar del
tiempo cada pueblo alteró esos mitos a su manera, conforme
a sus conceptos religiosos particulares y a las condiciones de su
vida. Modificáronse sobre todo entre los descendientes de
Abraham, quienes terminaron por adoptar el monoteísmo y separarse
de los pueblos que, si bien emparentados con ellos, siguieron siendo
idólatras y continuaron creyendo en una multiplicidad de
dioses.
Abraham, padre del pueblo judío. La emigración a Canaán.
Según la versión bíblica, el pueblo hebreo
surgió de la raza semita en la siguiente forma: cierto descendiente
de Sem, llamado Thare, vivía en Ur (2) ciudad caldea, con
sus hijos, nietos y otros parientes. Cuando Thare se sintió
incómodo en Babilonia, tomó a sus hijos y allegados
y emigró con ellos hacia el norte, a Jarán, país
de los arameos. Allí murió al poco tiempo y sus descendientes
se dividieron: la familia de su hijo Najor quedó en Aramea
y se mezcló con los arameos, pero su otro hijo, Abram, por
mandato divino, tomó a su mujer Saray (3) , a su sobrino
Lot y a otros parientes y emigró con ellos a la vecina Canaán.
En Canaán, los inmigrados hebreos se dedicaron a la ganadería.
Peregrinaban por el país, levantando sus tiendas en cualquier
lugar. Cuando la tribu no se sentía cómoda en algún
sitio, se dividía en grupos que se radicaban en diversos
sitios. De esta manera se separó de la familia de Abraham
la de su sobrino Lot. Ambas familias poseían numerosas tiendas
y grandes manadas de ovejas. Con frecuencia estallaban contiendas
entre los pastores de Abraham y los de Lot a causa de los campos
para pastoreo. Entonces Abraham le dijo a Lot: La tierra
es estrecha para los dos; separémonos. Lot consintió,
partiendo con su gente y su ganado hacia las costas el Mar Muerto,
donde se hallaba la ciudad de Sodoma; mientras que Abraham se instaló
en las proximidades de la ciudad de Hebrón, en el valle de
Mamre. Allí celebró una alianza con los gobernantes
locales, los amoreos, y vivió pacíficamente como jefe
o patriarca de la pequeña tribu errante de los hebreos.
[1] Paul Johnson, en La Historia de los Judíos
indica que el nombre puede provenir del término hapiru o
habiru, que parece haber sido una palabra despectiva aplicada a
las gentes no urbanas, difíciles y destructivas, que se desplazaban
de lugar en lugar. Otros autores anotan que el término hapiru
significa cubierto de arena que se aplicaba a ciertas
tribus seminómadas que se desplazaban entre Egipto y Mesopotamia.
[2] La ciudad de Ur era la más importante de la Mesopotamia.
El estado babilónico, constituído por diversos pueblos
semíticos fundidos con los sumerios, lograría más
tarde el rango de una gran potencia gracias a Hammurabi, en el siglo
XX A.E.C., cuyo régimen es el primero en la historia en el
que se evidencian ideas jurídicas claras (Miguel Saidel.
El Pueblo Judío)
[3] Aunque el cambio de nombres (Abraham y Sara) se produce bastante
después (Génesis 17:5 y 15), para facilitar la comprensión
se los llamará así desde ahora.
Proezas de Abraham.
Destrucción de Sodoma.-
La vida pacífica de Abraham se veía perturbada a menudo
por calamidades y conmociones. En cierta ocasión sobrevino
el hambre en Canaán : no había pan para los hombres
ni pasto para el ganado. Abraham se vio obligado a trasladarse por
algún tiempo a las regiones cercanas de Egipto, de donde
regresó a Canaán, después de haberse visto
en peligro de perder a su mujer, Sara, debido a la codicia del rey
local.
Al poco tiempo Abraham y su gente tuvieron que librar una guerra
contra los babilonios, dominadores en el Asia. Los reyes de Sodoma
y de otras cuatro ciudades de las márgenes del Mar Muerto
estaban sometidos a los poderosos soberanos de Elá y Babilonia.
Un día, los reyes cananeos se rebelaron y resolvieron librarse
de su sumisión a los extranjeros. Entonces los reyes de Elá
y de Babilonia invadieron el Canaán con un fuerte ejército
y atacaron a los habitantes de Sodoma y de las ciudades próximas.
Los vencedores se apoderaron de un enorme botín y tomaron
también prisionero al sobrino de Abraham, Lot, que residía
en Sodoma. Al saberlo Abraham, reunió varios centenares de
hombres y salió en persecución del enemigo. Dióle
alcance en Damasco, libertó a Lot y demás prisioneros
y recobró todo lo que los babilonios se habían llevado
de Sodoma. El rey de Sodoma, satisfecho de esta acción, propuso
a Abraham que, en su calidad de vencedor, se quedase con el botín
recuperado. Mas el honrado Abraham le respondió: Desde
un hilo hasta la correa de un calzado nada tomaré de todo
lo que es tuyo. Esta victoria de Abraham, su honestidad y
su bondad extendieron su fama por todo Canaán.
Pero no estaba escrito que Sodoma y las ciudades cercanas perdurasen
después de haberse librado, con la ayuda de Abraham, del
yugo extranjero. En aquellas ciudades refiere el Pentateuco
los hombres eran muy pecadores y malvados y se entregaban
al crimen, al despojo y a la disolución. Adonai revelóle
a Abraham que una terrible catástrofe azotaría a esos
habitantes pecaminosos. Entonces Abraham le pidió que tuviese
compasión delas gentes de Sodoma, aunque entre ellos sólo
hubiese diez hombres honestos. Mas, tampoco pudo hallarse ese número
en la ciudad pecaminosa. Lot fue advertido de la calamidad que caería
sobre Sodoma y partió rápidamente de la ciudad en
compañía de su familia. Luego cayeron del cielo torrentes
de azufre y de fuego sobre Sodoma, Gomorra y demás ciudades
de los contornos. Estas fueron destruidas, sus habitantes perecieron
y toda la región quedó convertida en un triste desierto.
(Según la leyenda, se trata del desierto que rodea hasta
hoy las costas del Mar Muerto. Lot y su familia[1] se refugiaron
entre las montañas. Allí sus hijas dieron a luz dos
hijos: Moab y Ben-Ami, padres de dos pueblos: los moabitas y los
amonitas, los cuales llegaron a formar mas tarde dos reinos, al
este del Jordán)
Ismael e Isaac.- Abraham y su mujer Sara eran ya ancianos y no tenían
hijos. Tomó Abraham otra esposa, una de sus criadas, la egipcia
Agar, para que sus hijos, criados en casa de Sara, fuesen considerados
como hijos de ésta. Agar tuvo un hijo llamado Ismael, mas
no fue quien heredo a Abraham, pues cuando éste llegó
a cumplir cerca de cien años, Adonai le anunció que
Sara daría a luz un hijo. Y efectivamente, al año
Sara fue madre de un niño, a quién se le dio el nombre
de Isaac, siendo circuncidado al octavo día. Lo mismo habían
hecho antes Abraham y todos los varones de su familia, en señal
del pacto entre Adonai y el pueblo judío. Desde entonces
esta costumbre se practica hasta el presente con los niños
israelitas.
En su infancia gustábale a Isaac jugar con su hermano Ismael.
Mas a Sara no le agradaba que su hijo y el de su criada fuesen educados
como herederos iguales de Abraham, por lo que exigió de éste
que expulsara de su casa a Ismael y a su madre, Agar. Pesóle
esto a Abraham, pero tuvo que acceder a los deseos de Sara. Ismael
siguió viviendo en el desierto arábigo al sur de Palestina.
Ismael es considerado como el padre de los árabes.
El sacrificio de Isaac.- Por aquel entonces mudóse Abraham
de Hebrón a la ciudad de Garar, al suroeste de Palestina.
Viviendo en medio de idólatras, permaneció sin embargo
fiel al credo de un Ds único. Un día Adonai
quiso someterlo a una prueba y le ordenó que sacrificara
a su hijo único Isaac. Duro resultaba para Abraham el cumplimiento
de esta orden, mas no quiso desobedecer. Levantóse, pues,
una madrugada, enalbardó su asno, llevó a Isaac y
se puso en marcha hacia el lugar señalado.
Pero en el momento de alzar el cuchillo sobre el cuello de Isaac,
oyó una voz del cielo: Abraham, Abraham, no extiendas
tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada, que ya conozco que
temes a Ds, pues no me rehusaste tu hijo, tu único.
Alzó Abraham los ojos y vio a su lado un carnero que se había
trabado los cuernos en un zarzal. El dichoso Abraham sacó
a su hijo del altar y en lugar suyo ofreció el carnero como
holocausto a Ds.
La boda de Isaac.- Sara, esposa de Abraham, murió a la edad
de ciento veintisiete años. Lloróla amargamente Abraham
y la sepultó en las inmediaciones de Hebrón, en la
Cueva de Macpela, en una parcela de tierra que adquirió para
este efecto a los heteos. Luego el anciano patriarca pensó
en encontrar una mujer para Isaac. Llamó a su fiel criado
y administrador de su casa, Eliezer, y le dijo que fuera a buscar
una esposa para Isaac entre su parentela. Eliécer tomó
diez camellos, cargólos con muchos bienes y partió
para Aram, es decir, Mesopotamia. Poco después llegó
a la ciudad donde vivían los parientes de Abraham, la familia
de su hermano Najor. Allí, en las afueras de la ciudad, junto
a un pozo de agua, detúvose Eliécer con sus camellos,
siendo atendido por Rebeca, nieta de Najor, que le ofreció
agua y hospedaje.
De regreso a su casa, contó Rebeca a su madre lo que le había
sucedido. Entonces el hermano de Rebeca, Labán, salió
al encuentro de Eliécer y lo trajo a la casa de sus padres.
Conmovido por esta hospitalidad, reveló Eliécer a
los padres de Rebeca y a su hermano el objeto de su viaje. Al día
siguiente los padres bendijeron a Rebeca y la dejaron marchar con
Eliécer hacia Canaán, donde fue desposada por Isaac.
Abraham vivió aún poco tiempo y murió a los
ciento setenta y cinco años. Fue enterrado al lado de su
mujer Sara, en la Cueva de Macpela, en las cercanías de Hebrón.
[1] Excepto su mujer, que quedó convertida en estatua de
sal durante la huída, por desobedecer las órdenes
de los ángeles de Ds.
Esaú y Jacob.-
Después de la muerte de Abraham, Isaac llegó a ser el
jefe o patriarca de la tribu hebrea. También él vivía
en el norte de Canaán y se ocupaba no sólo de la ganadería
sino también de la agricultura. De su esposa Rebeca había
tenido dos hijos mellizos. El primero se llamaba Esaú y el
segundo Jacob. Cuando los niños hubieron crecido, empezaron
a notarse sus diferentes inclinaciones. A Esaú le gustaba la
caza y era hombre de campo, mientras que Jacob tenía preferencia
por la pacífica vida de pastor y era mas bien casero. Jacob
privó a Esaú del mayorazgo y entre ambos hermanos no
hubo concordia.
Por consejo de su padre, Jacob partió para Mesopotamia con
el fin de elegirse una mujer entre los allegados de su familia. Mucho
tiempo duró esta travesía. En un sitio donde lo sorprendió
la noche se acostó[1] colocando a su cabecera una piedra y
tuvo un sueño maravilloso: vio una escalera cuyo extremo llegaba
hasta el cielo y por la cual subían y bajaban ángeles.
Y oyó la voz de Ds: Yo estoy contigo y te guardaré
por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra.
Despertó Jacob y se alegró de aquel sueño promisorio.
La piedra sobre la que había dormido la colocó allí
como señal para edificar, a su regreso, un santuario para Hashem
. Más tarde se fundó en ese sitio la primera ciudad
judía, Beth-El (Casa de Ds).
Tras largas andanzas llegó Jacob a un campo, en medio del cual
había un pozo y en torno a él estaban acostados unos
pastores con sus rebaños de ovejas. Estaba en las cercanías
de Harán. Los pastores le dijeron que conocían a su
tío Labán. Entretanto llegó hasta aquel lugar
la hija menor de éste, Raquel, para abrevar a sus ovejas. Cubría
al pozo una gran piedra que la moza no podía mover. Al saber
por los pastores quién era la muchacha, Jacob corrió
hacia el pozo, quitó la piedra y dio de beber a sus ovejas.
Luego se hizo conocer y, conmovido por el encuentro, se echó
a llorar. Raquel corrió a su casa y al rato llegó su
padre, quien recibió con júbilo a su sobrino, conduciéndolo
a su hogar, donde quedó viviendo.
Además de Raquel, tenía Labán otra hija, Lea,
de ojos enfermizos; Raquel, en cambio, era muy bella. Jacob se enamoró
de Raquel y le propuso a Labán servirle siete años con
tal de que se la diera por mujer. Aceptó Labán, pero
al cabo de los siete años, lo engañó, haciéndole
casar con Lea, en vez de Raquel. Tuvo Jacob que servir otros siete
años para obtener también a Raquel. De Lea, la esposa
no deseada, tuvo Jacob numerosos hijos, seis varones: Rubén,
Simeón, Leví, Judá, Isajar y Zabulón y
una mujer: Dina. Raquel, en cambio, era estéril, lo que la
hizo sufrir en extremo. Muchos años después, sin embargo,
dio a luz un hijo, llamado José. Según costumbre del
Oriente, tuvo Jacob otros hijos con sus dos criadas, Bilha y Zilpa;
con la primera dos varones: Dan y Neftalí y con la segunda
otros dos: Gad y Aser.
Una vez que hubo crecido su familia, Jacob le manifestó a Labán
su deseo de regresar a su tierra, Canaán, pero aquel no quiso
dejarlo partir. Jacob se levantó entonces una noche, con sus
mujeres y su ganado y huyó. Alcanzado por Labán, convinieron,
tras largas disputas, en separarse, colocando en testimonio de su
alianza un montículo de piedras que servía de límite
a sus respectivas tierras y jurándose recíprocamente
no molestarse más el uno al otro. Labán regresó
a Mesopotamia y Jacob se dirigió a Canaán. En el camino,
según la leyenda, un ángel luchó con él
una noche, venciéndole Jacob. En recuerdo de ésta lucha,
le dijo el ángel: No se dirá más tu nombre
Jacob, sino Israel, porque has peleado con Ds y con los hombres
y has vencido.
Jacob en Canaán.-De regreso a su patria, Jacob, previendo la
hostilidad de Esaú, con quien se hallaba enemistado desde su
juventud, le envió emisarios y presentes, proponiéndole
la paz. Esaú aceptó conmovido y los dos hermanos, después
de encontrarse, se separaron pacíficamente. De Esaú
salió mas tarde el belicoso pueblo de Edom, que vivía
al sur de Canaán. Jacob levantó sus tiendas en las proximidades
de Sijem, en el centro del país.
Poco después se produjo un suceso desdichado. El hijo del rey
de Sijem, encontrando un día a Dina, hija de Jacob, mientras
andaba de paseo, la tomó prisionera. Quiso desposarla, mas
Jacob se negó a hacerla casar con un individuo perteneciente
a otro pueblo. El príncipe, sin embargo, retuvo a Dina por
la fuerza. Entonces, dos valerosos hijos de Jacob: Simeón y
Leví, armaron a su gente y cayeron repentinamente sobre la
ciudad, matando al rey y a su hijo y liberando a su hermana.
Después de este suceso, los pueblos delos contornos de Canaán
empezaron a mirar mal a Jacob y a sus hijos, por lo que estos tuvieron
que emigrar hacia el sur, hacia el punto donde más tarde se
levantó la ciudad de Beth-El. Allí Jacob erigió
un altar para Hashem. Mandó a sus familiares que destruyeran
todos los ídolos que habían traído de Mesopotamia,
de la casa de Labán el idólatra. Continuando su marcha
hacia Hebrón, donde vivía aún el anciano Isaac,
se detuvo Jacob cerca de la ciudad de Beth-Lehem. Allí Raquel
volvió a dar a luz un hijo, a quien llamó Benjamín,
muriendo a consecuencia del parto. Enterró Jacob a su amada
esposa en medio del camino, colocando una lápida sobre su tumba.
Luego partió a la casa de su padre. Poco después moría
Isaac, a la edad de ciento ochenta años, siendo sepultado al
igual que Rebeca en la Cueva de Macpela, en las inmediaciones de Hebrón,
en el panteón familiar de Abraham. Jacob vino a ser desde aquel
momento el jefe de la tribu hebrea.
José y sus hermanos.-De todos sus doce hijos sentía
Jacob más preferencia por José, el hijo de Raquel. José
era muy hermoso y el padre lo distinguió entre sus hermanos
regalándole una camisa de bellos colores. Los hermanos, envidiosos
de José, no lo querían. Un día, enviado José
por su padre al campo para ver que hacían sus hermanos, éstos
lo despojaron de su camisa multicolor y lo vendieron como esclavo
a unos mercaderes que pasaban por allí en aquel momento. Luego
ensuciaron la camisa de José con sangre y se la llevaron a
Jacob diciéndole que había sido devorado por una fiera.
El desdichado padre rasgó sus vestidos y lloró muchos
días a su hijo, no admitiendo consuelo por la pérdida.
Los mercaderes condujeron a José a Egipto, donde lo vendieron
como esclavo. Fue adquirido por Potifar, eunuco mayor del Faraón.
El honrado y habilidoso José halló gracia en los ojos
de su amo, sorprendiendo a todos con su sabiduría. Quedó
muy poco tiempo en calidad de esclavo, pues fue designado mayordomo
de la casa de Potifar y administrador de sus bienes. José hubiera
vivido muy bien en la casa de su amo, si la mujer de éste,
enamorada de él, no hubiese tratado de seducirlo. Como José
se negara a acceder a sus deseos, la mujer de Potifar, ofendida por
ese desdén, acusó ante su esposo a José de haber
querido abusar de ella. Potifar hizo encarcelarlo.
Largo tiempo quedó José en la prisión, asombrando
también allí a todos con su sabiduría y su finura.
Su fama llegó hasta el Faraón, a quien discernió
un sueño sobre el porvenir de Egipto. Impresionado por su inteligencia,
el Faraón lo nombró gobernador de Egipto. Poco después
de su encumbramiento, José desposaba a la hija de un sacerdote
egipcio, de quien tuvo dos hijos, Manasés y Efraín.
[1] La tradición dice
que antes de dormirse, sintiéndose sólo e indefenso
frente a su enojado hermano Esaú, oró al Ds
de sus padres, Abraham e Isaac, por la protección Divina
y por la oportunidad de retornar a salvo a la Tierra de Israel.
Esto marca la institución de la oración nocturna en
el Judaísmo, es decir, de la tefilá de Maariv (que
literalmente significa trayendo el anochecer) o Arvit.
CAPITULO
II
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